martes, 14 de mayo de 2013

El sueño infantil en la cultura occidental industrializada, por María Berrozpe


En nuestra cultura occidental industrializada, desde gran parte del mundo de la pediatría y a través de los diferentes medios de comunicación (televisión, radio, libros y páginas web de crianza) o desde la misma consulta de nuestro pediatra, los padres recibimos el mensaje de que “lo normal” y “saludable” es que el bebé duerma desde su nacimiento en su propia cuna y, cuanto antes, en otra habitación; que a partir de los 6 meses, sino antes, tiene que ser capaz de “dormir toda la noche”, un número determinado de horas y a determinadas horas, autoconsolarse cuando se despierta y prescindir de la lactancia materna (o el biberón) durante el sueño nocturno.
Pero los estudios antropológicos, etológicos y etnológicos demuestran que la naturaleza ha predispuesto que el bebé  humano duerma en compañía de su cuidador y que el niño durmiendo en solitario es una novedad y una excepción histórica. El ser humano es el que nace más neurológicamente inmaduro de todos los primates y desarrolla sus recursos y habilidades para su supervivencia más lentamente, por lo que parezca incongruente que sea el único del que se espera que duerma solo a una edad tan temprana.
Y de hecho nuestros niños siempre han sabido todo esto y nos lo han estado diciendo durante generaciones con la única herramienta de la que disponían: su llanto. Pero la pediatría del sueño occidental enseguida encontró razones y métodos para conseguir que los padres lo ignoráramos. Por una parte nos lanzaron terribles amenazas sobre las horribles consecuencias que tendría en la salud de nuestros hijos, y en la nuestra propia, si no conseguíamos que durmieran según los patrones establecidos. Por otra, calificaron el comportamiento instintivo de nuestros hijos, llorar reclamando nuestra presencia, como una patología llamada Insomnio Infantil por Hábitos Incorrectos. Y, finalmente, nos enseñaron a aplicar una serie de técnicas cognitivo-conductuales que nos permitieron ignorar el llanto de nuestros bebés en contra de nuestros instintos más profundos pero con el beneplácito y la bendición de la ciencia.
Pero, desde luego, no de toda la ciencia. Los estudios más recientes en el campo de la neurología nos muestran que el deseo del niño de sentir a su cuidador cerca para dormirse no es ni un capricho ni una patología, sino una necesidad primal, ya que el contacto prolongado e intenso entre madre y bebé es la manera en que la naturaleza defiende a la criatura contra las dificultades fisiológicas y los ataques ambientales. Diversas investigaciones han demostrado importantes diferencias en la arquitectura y fisiología del sueño de los bebés que duermen en solitario y los que colechan. Además, las tomas nocturnas de los bebés amamantados han demostrado tener un importante papel fisiológico tanto para la salud del niño como para garantizar el éxito de la lactancia.  
Todas estas observaciones han llevado a que en los últimos años el colecho haya ido pasando de “prohibido” a “tolerado” y finalmente, entre los sectores más avanzados, a “recomendado”. Al mismo tiempo las técnicas cognitivos conductuales basadas en ignorar el llanto de los niños están siendo fuertemente cuestionadas, y muchos de los que en su día las defendieron se esfuerzan en encontrar alternativas que permitan a los padres atender el llanto de sus hijos y cubrir sus necesidades afectivas al acostumbrarlos a dormir en solitario.
Y por último, importantes investigadores hacen una llamada al cambio de objetivo en la clínica de la pediatría del sueño: en lugar de perseguir, a cualquier precio, que el bebé duerma en solitario y se autoconsuele, el objetivo debe ser encontrar y mantener la Bondad de Ajuste, esto es, el equilibrio y ajuste entre las capacidades intrínsecas de la criatura y las exigencias del medio cultural, lo que conlleva dar absoluta prioridad a las segundas sobre las primeras, a diferencia de lo que hasta el momento sigue siendo la actitud de muchos de los profesionales más mediáticos. 


1 comentario:

  1. Mis hijos duermen realmente donde les apetece, uno cumple 4 años en Agosto y el otro 2 en Septiembre y desde que nacieron han dormido casi siempre con nosotros, pero también duermen a veces en su cama. Me he dado cuenta que cuando estamos con ellos (los fines de semana) suelen quedarse en sus camas, pero que durante la semana que nos ven menos, aunque se duerman en sus camas se despiertan y nos reclaman. Creo que hay cierto patrón pero no me preocupa, me preocupa que ellos estén bien.

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