lunes, 29 de abril de 2013
El nacimiento del padre, por Ramón Soler
viernes, 26 de abril de 2013
El nacimiento de la madre, por Mónica Felipe-Larralde
Llevamos a
nuestros bebés nueve meses en nuestro interior y, un buen día, nos encontramos
con un bebé en los brazos. Nadie nos ha preparado para comprender en su
dimensión real qué significa acoger esta nueva vida. Nadie ha podido, ni aún
los poetas, transmitir la mezcla de emociones, los cambios vitales, la
transformación a la que la maternidad nos ha sometido. Deseamos cuidar de ese
bebé con todo nuestro corazón, deseamos entregarnos con todo el alma, deseamos
amarle como antes nunca lo hicimos con nadie y lo conseguimos… a ratos. Entramos entonces en una lucha interna
entre lo que debería ser y lo que es, entre lo que nos dicta la mente y lo que
nos pide el cuerpo, entre nuestra fantasía y la realidad del día a día.
Acompañar a otro
ser humano en su proceso de crecimiento y de creación de su propia identidad
requiere tiempo, disponibilidad, paciencia (la ciencia de la paz), amor
ilimitado y respeto. Que, a veces, se nos escurren entre el estrés del ritmo
diario, nuestro propio proceso personal y las necesidades no resueltas. Las llamadas crianzas con apego,
crianza respetuosa o natural nos exigen
previamente haber transitado algunos caminos de desarrollo personal y
autoconocimiento que, rara vez, hemos pensado que necesitaríamos para ser
madres.
Durante nuestra
infancia, y através de las experiencias dolorosas y/o traumáticas que hemos
experimentado, hemos ido configurando alrededor de nuestra verdadera identidad,
Self o Ser, una capa de dolor que lo protege. Son los dolores no llorados, las
experiencias que pugnan por salir, las emociones bloqueadas. Esa capa de dolor
está a su vez siendo protegida por otra capa de miedo. Esta capa de miedo nos
protege de mirar en el interior, nos mantiene en un estado superficial. El
miedo, a su vez, es protegido por los prejuicios, las opiniones tenaces que
asumimos como reales: desde los “yo no valgo” a “nadie me va a querer” a “los
hombres siempre abandonan a las mujeres” o “los bebés manipulan a sus madres”,
“hay que dar de mamar cinco años”, “las demás son malas madres”… y así un largo
etcétera. Y, por último, rodeando
esta capa de prejuicios, emerge una ideología: un conjunto de ideas que
caracterizan mi forma de pensar y, por resultado, lo que yo creo que es la
Vida. A veces, convertimos la crianza respetuosa en una ideología, un conjunto
de ideas que interiorizo y asumo desde esta esfera periférica. Y aquí comienzan
los problemas y las dificultades para llevar a cabo la titánica tarea de criar
a un hijo con el amor y el respeto que se merece.
En realidad, la crianza tiene
que ver con el Ser, con dar con mi núcleo, con saber quien yo soy, con
experimentar la dignidad que como ser humano poseo y, desde ahí, relacionarme
con el respeto, la consideración y el amor que el otro, mi hijo también,
merece. El viaje de la
maternidad es el viaje desde la ideología hasta el Ser. Pero para llegar a él,
habrá que atravesar nuestros prejuicios, miedos y dolores. Entonces, la madre
que somos nacerá.
lunes, 22 de abril de 2013
La pareja posparto, por Raquel Tasa
miércoles, 17 de abril de 2013
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